Las chicas del coro de Jennifer Ryan es una oda a la sororidad, a la empatía primigenia entre mujeres. A través de fragmentos de diarios y cartas de las protagonistas, nos remontamos a los estragos de la Segunda Guerra mundial y al profundo cambio que se produce en estas chicas. Se trastoca sus vidas, sus estatus sociales, su moralidad… La guerra las obliga a salir fuera de su zona de confort, pero también las hace más fuertes, les enseña a respetarse más y a que tomen conciencia de la transformación que están experimentando. Todas se verán abocadas a enfrentarse a algo duro que digerir. No obstante, este grupo de mujeres continuaran su día a día caminando sin descanso, sin desfallecer, acompañándose y apoyándose las unas en las otras.
La música las ha unido en un coro que no debería existir (los coros en aquella época eran mixtos y la mayoría de los hombres estaban en el frente), porque el vicario decide cancelar los ensayos. Sin embargo, ellas rompen con la tradición y lo mantienen. Este será su primer triunfo como grupo y lo que marcará el ritmo que acompañará su lucha y sus pequeños triunfos individuales. Cantando unidas el camino se hará menos pesado.
La autora se ha documentado muy bien para esta historia y su narración es muy gráfica, natural y cuidada.
Es una novela que aporta paz, sensibilidad a raudales, entretenimiento, alguna que otra sonrisa y, sobre todo, deseos de llamar a esa amiga que se tiene lejos para decirle que la echas de menos, o, ganas de correr a abrazar a la que tienes más cerca.
Desde la primera línea no he podido dejar de leer y me he ventilado la novela en un par de tardes. Es una de esas historias vitalistas que te dejan un buen sabor de boca,
os la recomiendo.
Editorial Maeva.