Hoy os traigo al blog la reseña de una novela que me ha impresionado muy gratamente, El color gris de la esperanza, del autor onubense Pedro J. Martín.

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Pinceladas biográficas del autor.

Pedro J. Martín nació el 13 de diciembre de 1978 en Huelva capital. Parte de su vida ha transcurrido en uno de los barrios más humildes de esta ciudad costera. Pero no siempre ha vivido aquí, también lo ha hecho en Tarragona, ciudad de la que guarda muy buenos recuerdos, entre otras cosas, porque ahí nació uno de sus hijos. Está felizmente casado y es padre de dos preciosos niños. Desde muy joven comenzó a trabajar en una empresa de montaje, así que utiliza sus manos no solo para hilvanar preciosas historias como las que ha creado sino que, también, para trabajar en este duro oficio. En cierto modo, su profesión y su pasión por la escritura siempre han ido de la mano. La primera ha sido un tanto cruel separándolo de sus seres queridos y, la segunda, le ha ayudado a combatir la soledad. Debido a su trabajo se ha visto abocado a pasar largas temporadas fuera de casa, llegando, incluso, a estar hasta diez meses al año alejado de su familia. Así pues, los libros han sido sus fieles compañeros de viaje, siempre les ha dejado el mejor hueco en su maleta. Los que conocen bien a Pedro J. Martín dicen de él que es una persona con carácter, extrovertido y con sentido del humor, pero eso sí, un pelin negro; que es difícil discernir con claridad cuando está, o no está, bromeando; que es espontáneo y que, a veces, peca de excesiva sinceridad. A pesar del poco tiempo en el que lo vengo tratando, yo, añadiría a todo esto su gran bondad, su innegable humildad y su innata empatía hacia los demás.

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Sinopsis de El color gris de la esperanza.

Una enorme sacudida de tierra. Un temblor histórico. Un cambio de fisonomía. Unas aguas que engulleron demasiados sueños y esperanzas. Un año, 1755, donde comienza todo. 

Epicentro del terremoto: Lisboa.

La hasta entonces pequeña y humilde villa de Huelva es golpeada con dureza por el terremoto. La destrucción es palpable por doquier. Mochas casas y edificios emblemáticos han sido arrasados. Decenas de personas han quedado sepultadas bajo los escombros. 

Un cura, Jacobo del Barco, dará sepelio a las víctimas y buscará, incansablemente, las soluciones que permitan que su pueblo vuelva a levantarse y mire con esperanza hacia el futuro.

La novela nos invita a conocer la realidad social del siglo XVIII. Nos muestra sin tapujos el humanismo de la época, la miseria, el afán de superación de unos y la mezquindad de otros.

Y Huelva cambió para siempre.

 

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Os la recomiendo porque…

Engancha desde el principio. La descripción que hace el autor de la rutina diaria de las buenas gentes de Huelva antes del terremoto, la sorpresa y la angustia durante el mismo, la desesperación más absoluta y la pérdida de fe después de este… es espectacular. Al describir los sucesos históricos de esta bella tierra, a la que pertenezco por adopción, a Huelva, el interés que cualquier onubense podría tener hacia esta obra está asegurado.

Por otro lado, es una novela coral. Los protagonistas son varios: una familia de marineros (padres y dos hijos), el párroco Jacobo del Barco, una joven que tiene identidad propia (Laura) y, cómo no, Huelva y la idiosincracia de sus gentes en aquella época.

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Todos los personajes están muy bien trazados. La evolución de estos denota la encomiable cultura literaria del autor.

Además, sorprende el buen hacer de este escritor novel tanto en la exquisitez de su prosa como en el desarrollo de la estructura de su obra.

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Pedro J. Martín nos describe fielmente la época en la que encuadra esta historia. Se nota la ardua labor de documentación que ha llevado a cabo, he de puntualizar que yo no soy ninguna entendida en este ámbito, consigue que los lectores nos mimetizamos con los personajes enseguida: con su angustiosa situación, con sus oscuras reflexiones y frustrantes pensamientos…, nos imaginamos vivamente la devastación del lugar y cómo, poco a poco, este acaba resurgiendo de sus cenizas.

Estoy segura de que esta novela va a gustar a lectores muy heterogéneos, pues encontramos un abanico de líneas argumentativas que comprenden: la reconstrucción de una ciudad, la pasión, el amor, la amistad, el odio, el deseo de aprender y de prosperar en la vida, las injusticias que cometen los más poderosos hacía aquellos a los que deberían proteger, el honor, las apariencias, el machismo imperante de la época… Podríamos seguir enumerando temas que van apareciendo a lo largo de la novela y que no van a dejan impasible a ningún lector, ya que bucean, magistralmente, por el antropocentrismo existencial y humanístico del ser humano.

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El autor provoca al lector, una y otra vez, para que pare en su lectura, ante una frase o un párrafo, y para que reflexione sobre esos temas universales que han venido preocupando a la humanidad desde los albores de la misma.  Pero, a la vez,  lo hace con una sencillez y una maestría que parece que seamos nosotros los que estemos descubriendo, en ese momento, los valores éticos y morales que, tan bien, nos está describiendo a través de la forma de actuar, de los diálogos y de los pensamientos de sus personajes.

Por último, decir que no estamos ante una obra fatalista o tremendista sino todo lo contrario, como su propio título indica, estamos ante El color gris de la esperanza y… ¿qué significa eso? Tendréis que leer el libro para descubrirlo.

 

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